Thursday, June 28, 2007

Money, Money, Money


Nunca fui bueno para las matemáticas, una tragedia que mantuvo mi promedio en el colegio a las mediocres alturas del 5.5, que me impidió estudiar diseño en la Universidad- como era mi intención- y que con los años se ha trasladado a mi cuenta bancaria, mis tarjetas de crédito y a mi absoluta incomprensión de las misteriosas reglas que rigen el mundo financiero.

Si tuviera dinero para comprar una acción, no sabría por donde empezar.

Así, sobrevivir en Estados Unidos no ha sido fácil. Aquí hay dinero de sobra, es ofrecido con mas facilidad que el pan, y los americanos parecen genéticamente predispuestos a balbucear palabras como “portafolio” o “interés” desde que abandonan los pañales. He estado en comidas donde la conversación incluye mas números y porcentajes que palabras, sintiéndome como uno de esos enanos en “Tierra de Gigantes”, completamente inadecuado y en constante peligro de ser aplastado.

Mi primer trabajo de verano fue a los catorce años, cuando fui contratado en una boutique de niños en la calle Guardia Vieja para limpiar pisos, ordenar mercadería y hacer los mandados. Para cuando terminó el verano, tuve que trabajar una semana gratis para pagar los adelantos que me había dado mi flamante patrona y que ya había gastado, desde el primer día, en poleras de rugby de “Palta” y la banda sonora original de “Jesucristo Superestrella”.

Antes de que cayera la primera hoja del otoño, estaba nuevamente sin un peso.

Quizás eso- y la monumental deuda en tarjetas de crédito que acumulé en Estados Unidos- me enseñaron la primera regla económica: uno no debe gastar lo que no tiene.

Pero, ¿Cómo resistir esa camisa en “sale” en Paul Smith?

Igual como esos gordos que aseguran que lo suyo es hormonal, mi gasto compulsivo esta enraizado en mi ADN. No importa si voy al tercer piso en Bergdorf Goodman o a la ferretería de mi barrio, siempre encuentro algo que quiero comprar. Después de todo, ¿Cómo puede sobrevivir uno sin un taladro eléctrico?

Los índices económicos son un jeroglífico imposible. Según la edición de hoy de “The New York Times”, el S&P 500 bajó a 1,492.89, el Nasdaq composite a 2,574.16 y el 10 Year Treasury Yield está a un 5.08%.

¿Qué significa todo eso? ¿Van a subir los cigarros?

Mis propios índices no son auspiciosos. Redondeando- que es como saco siempre mis cálculos- tengo dinero suficiente para pagar mi arriendo de Julio, salir a comer dos veces por semana y asaltar el “sale” de J. Crew.

Ya veremos como viene Agosto.

En lo que se refiere a economía, soy un conservador recalcitrante. Jamás invertiría en la bolsa, donde, por lo que he escuchado, un día uno es rico y al otro pobre, sin saber como pasó de una a otra categoría en cuestión de horas. Solo Dios sabe cuando viene un “lunes negro” y todos los ahorros terminan convertidos en papel.

No, lo adecuado es invertir en bienes raíces. Y eso seria lo haría si tuviera dinero: un loft en el Soho, un pied- a- terre en Paris, una casa de playa en Zapallar para aprovechar las temporadas opuestas con el hemisferio sur.

Por el momento, y hasta que reúna dinero suficiente para el loft, el residuo de 25 años de trabajo permanece bien guardado en un cajón del closet, billetes frescos cuidadosamente doblados en un sobre de cuero rojo de Valentino que me regalaron en alguna fiesta en esa boutique.
Si todo sale bien, la suma aumentará el próximo mes.

Para mi sorpresa- y la de todos los que me conocen bien- he logrado no solo costear mi vida hasta ahora, sino también evitar la cárcel.

Solo los ciegos que cruzan la Alameda sin terminar atropellados han tenido mas suerte.

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