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Thursday, June 28, 2007
Mrs. President
Aunque parezca increíble, en Estados Unidos no son pocos los que se preguntan si el país está preparado para una presidenta mujer.
Dos siglos de Democracia; treinta años de liberación femenina; mujeres en el espacio, en Wall Street, Harvard y Hollywood, y el país todavía haciéndose una pregunta que no solo es anacrónica, sino también injusta. ¿Podría una mujer cometer mas errores que el puñado de hombres blancos que controla los laberintos del poder en Washington?
Difícil.
Hillary Clinton ha resultado ser una pionera en esta aguas- otra notable excepción es Nancy Pelosi, la “speaker of the house”-, y por lo mismo su carrera presidencial ha estado plagada de contradicciones. Después de mostrarse fuerte en sus convicciones y dura en su mandato, como se supone que hacen los hombres, tuvo que bajar el tono enfrentada a encuestas que la acusaban de fría, ambiciosa y oportunista, todas características que pueden ser muy apreciadas en un político tradicional, pero que son consideradas definitivamente “poco femeninas”.
Buscando revertir el daño, Hillary lanzó su candidatura oficial en su sitio de Internet- como se hace por estos días- rodeada de jarrones de flores, cojines bordados y fotografías familiares, hablando con el tono coloquial, entre dulce y severo, de una abuela cuenta-cuentos. Siguiendo las indicaciones de sus asesores, suavizó el corte de pelo, bajó el tono de voz y se colgó un collar de perlas. Y en su mas reciente táctica publicitaria, además, recreó en un video la escena final del último capitulo de “The Sopranos”, sentada en un Diner junto a Bill, esperando la llegada de Chelsea. Una imagen familiar, inspirada por la mafia.
Como dice una amiga mía, “hoy en día todo es show bussiness”.
Si el país estuvo preparado para elegir- o nombrar, seria la palabra acertada- en dos oportunidades a un Presidente que tiene dos dedos de frente solo si habla de meñiques, ¿Por qué no lo estaría para Hillary?
La nueva feminidad de la Clinton ha encontrado un bravo rival en Barak Obama, que, como si fuera una ex Miss postulando a un puesto ejecutivo, está haciendo grandes esfuerzos para demostrar que su belleza y elegancia natural no son sus únicos atributos. La tarea no es fácil, especialmente después de haber ocupado las portadas de “GQ” y “Vogue” en perfectas camisas rayadas e impecables pantalones grises sujetos con suspensores “preppy”.
Barak se ve tan cómodo frente a las cámaras, que resulta imposible no adivinar las profundidades de su vanidad.
Con estos dos candidatos la lucha por el Salón Oval se ha convertido en la batalla del sexo ambiguo, un sitio donde los roles tradicionales no corren y donde todo está por verse.
La elección de Hillary- si ocurre- le acarreará un nuevo set de dificultades y prejuicios. Como ha sucedido como Michelle Bachelet en Chile, deberá integrarse a un club de hombres y soportar, como si fuera una aeromoza o secretaria, abrazos y sobadas de espalda que, disfrazadas de caballerosidad, no son mas que condescendencia de parte de otros mandatarios.
Igual que a Michelle, se le exigirá que actúe como hombre sin dejar de ser mujer; que ponga al país por delante, pero sin abandonar sus deberes familiares; que sea dulce, pero fuerte; que esté presente, pero que no estorbe; que se vea bien, pero que no muestre ninguna preocupación por su apariencia. Y cualquiera de sus errores- y de esos habrá, inevitablemente- será culpado a su condición de mujer, no de político.
Si su gobierno resulta mediocre, como dicen que ha sido el de Bachelet en Chile, Hillary cerrará la puerta no solo a su carrera política, sino a las posibilidades de cualquier mujer que venga detrás de ella.
“Las mujeres no sirven para gobernar”, dirán engominados políticos en Washington o Santiago, satisfechos con el fracaso, “Ya probamos, y no resultó”.
Y dicho eso, volverán a montarse en el caballo del poder y correrán a todo galope.
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