Monday, February 16, 2009

Five Minutes of fashion Talk (@Fashion Week)


Las cosas se ven mal, incluso en las carpas instaladas en Bryant Park donde, por estos días, se realiza la Fashion Week de Nueva York, versión Otoño 2009.
Eso es al menos lo que dijo una editora de modas americana sentada a mi lado esta mañana en el desfile de Carolina Herrera.

¿Qué tan mal?
Pésimo, en realidad, si se considera que entre los auspiciadores esta temporada están el café de McDonald’s (el año pasado era Nespresso) y los lubricantes K & Y. ¿Puedes creerlo? ¿Te imaginas a Anna Wintour acarreando una ‘goody bag’ con McDonalds y K&Y?. El ambiente se siente un poco deprimente…Por primera veo asientos vacíos en el desfile de Carolina Herrera…!mira!, !en la segunda fila!, ¡en Carolina Herrera!

Pero todavía hay fiestas…
Marc Jacobs suspendió la suya, igual que Tommy Hilfiger. Fashion Week Daily dio una fiesta en La Goulue, pero solo para 50 personas. Y la Goulue, by the way, está a punto de cerrar…ya nadie paga $30 por un plato de spaghetti.

¿Se acabaron los días de champagne, entonces?
Target dio una fiesta para lanzar su nueva colección diseñada por Alexander McQueen ($69.99 por un vestido de algodón), y ahí hubo champagne. Pero de California, tibio y en vasos plásticos…If you call that champagne, i don’t know..

¿Quién ocupa este año en la primera fila de los desfiles?
Mischa Barton, Lucy Liu, Lindsay Lohan (en el booth del DJ, con su novia Samantha Ronson) …En la primera fila de Yigal Azrouël estaba Ashley Dupre, lo que dice mucho sobre el estado actual de la fashion week.

¿Por qué?
Bueno, Ashley Dupre es la “call girl” que acabó con la carrera del ex Gobernador de Nueva York, Eliott Spitzer. $4,000 por hora, if you need to know. Ahora quiere una carrera como cantante o su propio reality show…Pero eso es lo que quieren todos, ¿No? ¿Queda algo mas en el fondo del barril después que tienes una prostituta en primera fila?.

¿ Azrouël la invitó?
El dice que no. Su publicista que no. Pero ahí estaba, en primera fila, posando para Patrick McMullen.

¿Qué puedes decirnos de la ropa para el otoño 2009?
Cathy Horyn dice hoy en el New York Times que parece haber una competencia entre los sexy y lo clásico… Puede ser…No se… ¿Has visto algo mas aburrido que hablar de ropa?

Ese comentario es un poco raro viniendo de una editora de modas…,
Es menos raro de lo que podrías imaginar. La mayoría de la gente que trabaja en moda detesta hablar sobre el tema. Hay tantas otras cosas mas interesantes de que hablar…

















Fotos @ Manuel Santelices

Monday, February 9, 2009

Madonna Gets Room Service


Madonna + suite de hotel= controversia.

Esta suma, que tantos dividendos le dio a “Madge” en su video “Justify My Love”, vuelve a llamar la atención en este portafolio fotografiado por Steven Klein para la edición de Marzo de la revista “W”.

Madonna, dice el NY Post de hoy, aparece en la revista besando a su nuevo…hmmm, ¿novio?, ¿boy toy?...llámelo como quiera, pero ahí está Jesús Luz (si, se llama Jesús), en cama con Madonna, el trampolín infalible a la fama internacional o, en el peor de los casos, a la versión brasilera de “Dancing with the Stars”.















Dear Dearie


Blossom Dearie murió el sábado en la noche, a los 82 años, mientras dormía en su departamento del West Village en Manhattan.

Sweet dreams, Blossom.

Si no tiene idea de quién estoy hablando, corra a su I-tunes, su YouTube, o donde sea que se informe de estas cosas, y escuche su voz. Quien sabe, quizás termina enamorado igual que yo cuando la escuché por primera vez cantando “I’ll take Manhattan”, una canción que no es una canción, sino un himno romántico, nostálgico e irresistible a la ciudad.

Blossom tenia una voz pequeña y dulce, casi infantil; un tarro de miel que era fácil confundir con esas vocecitas delicadas que uno imagina en mujeres adictas al agua oxigenada, al escote pronunciado y la compañía de petroleros texanos. Pero su dulzura estuvo siempre acompañada de la nota agridulce e inteligente de la ironía, y su “look”- pelo cortado como paje, lentes ópticos, y un guardarropa que pocas veces iba mas allá de una falda a la rodilla y cardigan- tuvo nunca nada que ver con el de gatitas vampiresas como Marilyn o Betty Boop.

Hace unos años fui a verla (live! Unplugged!) en un cabaret en el “theater district” de Nueva York, “Danny’s Skylight”, un lugar pequeño y oscuro que ya no existe, donde un centenar de personas- edad promedio 60 something- disfrutaron sus Martinis y Old Fashioned mientras Blossom, bien encumbrada sobre la setetentena, sentada frente al piano y acompañada de un bajista y un percusionista, cantó sus canciones llenas de nostalgia y sarcasmo.

Al final del show se sentó en una mesita a la entrada del teatro y, como a menudo hacia en sus frecuentes apariciones en Nueva York y Londres, vendió y firmó sus propios CD’s.

Estoy lejos de ser un experto en música. Una amiga mía, que de estas cosas sabe mucho mas que yo, revisó una vez mi I-pod y comento, “660 canciones, y nada que escuchar…”.

En mi defensa debo decir que pocas cosas me emocionan mas que ciertas canciones (“Ticket to Ride” de The Carpenters funciona como una cebolla en mi hipotálamo, me hace llorar al primer acorde) , y que los momentos mas importantes de mi vida, las personas mas queridas, a menudo están atados a una melodía.

Escuchar a Karen Carpenter, Annie Lenox o, últimamente, Adele, llena de inmediato mi corazón de nostalgia y romanticismo. Y Nueva York, mi querida ciudad, estará siempre acompañada de la dulce voz de Blossom.

Por eso, gracias, dear Dearie.

Monday, February 2, 2009

Luther or Not Luther, that is the question


Cuando comencé este blog me prometí a mí mismo que jamás escribiría de mis gatos.

La sola idea de hablar en público de lo adorables que son, de cómo saltan cada madrugada sobre mi cama para que les dé de comer, de cómo siento un irrefrenable instinto maternal cada vez que los escucho restregar sus patas en el “litter box” después de ir al baño, o cómo, en medio de un día de agobiante trabajo, me tomo diez minutos solo para observarlos dormir, me parecía digno de una dueña de casa obesa de Wisconsin, sin nada mas que llene su vida que un felino llamado “Frida” u “Oliver”.

Otra promesa no cumplida; una mas en la larga lista.

Ahí los tiene, en la foto que acompaña este post, the apples of my eyes.

Para ser exactos, estos no son mis gatos, sino los de Mr. D, que como un superhéroe los rescató de un destino incierto que se perfilaba sombrío, aliñado con cebolla y brócoli y acompañado de “sticky rice”, en el subterráneo de un restaurant en Chinatown.

Si las cosas hubieran sido distintas, quizás habrían terminado convertidos en pollo general Tsao, disponibles a $4.99 en una cajita de cartón, trasladados a quizás que departamento por un inmigrante de Shanghai en bicicleta, consumidos en dos mascadas y con sus restos, ya digeridos, lanzados por el alcantarillado hasta el Atlántico.

Mr. D, que jamás ha tenido una mascota que no responda al nombre de Luther, llamó al mas pequeño, al de nariz rosada, Luther. Y el otro, mas grande y de nariz oscura, quedó condenado al poco auspicioso nombre de Not Luther.

Cuando el veterinario deja recados en el teléfono, dice cosas como “Not Luther necesita un nuevo chequeo de su páncreas”.

Ah, porque estos gatos, que nacieron para morir en un sartén, ahora ven sus páncreas, su corazón, su índice muscular y de grasa, su vista y hasta su colesterol revisados regularmente por un médico de la clínica veterinaria “Hope”, en Atlantic Avenue, Brooklyn.

Hope, esperanza.

Nuestra esperanza de que Luther y Not (a.k.a Gordo, por razones que no necesitan mayor explicación) nos acompañen hasta la vejez. Y la esperanza de la clínica, que ruega que nuestro cariño sea tan grande y sincero como para gastar $750 en un lavado de colmillos cuyo trabajo, en el peor de los casos, no va mas allá de masticar un trozo de “poulêt roty” cuidadosamente deshuesado y cortado en trozos pequeños.

Cualquiera que los vea descansando sobre los cojines del living, en el sofá de la oficina, entre las almohadas de la cama o en el lavamanos- mientras me ducho cada mañana-, podría pensar que estos gatos han tenido una vida privilegiada.

Pero no. Aparte de sobrevivir ese holocausto gatuno que se vive cada día en los crueles y oscuros callejones de Chinatown- el Auschwitz de los felinos en Nueva York-, Luther y Not Luther salieron ilesos de la tragedia del 9/11.

Desde la ventana de nuestro antiguo departamento, a solo tres cuadras de las Torres Gemelas, se convirtieron en testigos de la historia cuando dos aviones se estrellaron contra los rascacielos mas altos de la ciudad.

Gracias a Dios la taza del baño estaba abierta.

A oscuras, con el departamento cubierto de polvo, y con el aterrador ruido de las sirenas colándose por las ventanas, dieron un testimonio de fe y supervivencia bebiendo el agua del W.C.

No los culpo. Yo habría hecho lo mismo.

Cuando Mr. D, en otro de sus gestos heroicos, llegó, una vez mas, a rescatarlos subiendo 26 pisos a oscuras, los encontró algo asustados. Pero mas que nada hambrientos.

Luego Mr. D bajó los 26 pisos con Luther en una jaula y Not- que por ese entonces habría sido el candidato ideal a Weight Watchers- en otra. Los sacó de las tinieblas provocadas por Al Qaeda, los subió a un camión militar, luego a su auto y finalmente los llevó a lugar seguro en las colinas de Westchester, al norte de Manhattan.

Not se recuperó del trauma rápidamente. Un tarro de comida para gatos fue suficiente. Pero Luther, desde entonces, duerme todas las noches acurrucado entre nosotros y levanta la cabeza cada vez que siente el golpazo de una puerta o el motor de la lavadora de platos comenzando a trabajar.

Según el doctor de “Hope” eso indica, inequívocamente, un “post trauma disorder”.

A pesar de los peligros que la política exterior americana y la gastronomía asiática presentan para cualquier gato en Nueva York, esta es una ciudad que debe parecerles generosa.

En tiendas especializadas en Madison Avenue, es posible comprar comida “grado humano” para ellos, platos diseñados por Alessi, y galletas fabricadas con grano orgánico en alguna granja de Vermont. En Rizzoli encontrará libros especializados en “arquitectura” para gatos, y en Louis Vuitton elegantes vendedores en trajes oscuros y corbata de seda se darán la molestia de presentarle el “kennel” de la temporada, un “carry on” cubierto de “LV’s” y con interior acolchado y “extra ventilación’.

Aunque tengo la sospecha de que Luther disfrutaría semejantes lujos, mi limite termina en los $1.29 por tarro de su dieta “Wellness”, que tantos milagros ha hecho en su piel y su energía. Not Luther, en cambio, es un gato despojado de todo rasgo de snobismo, y no importa si es una vieja toalla o un trozo de pan lanzado por casualidad al piso de la cocina, a sus ojos todo es tan delicioso como una suite en el Carlyle o un plato de escargots en “Daniel”.

No hay una persona que entre a nuestro departamento en Brooklyn y, viendo a Luther y Not Luther durmiendo placidamente sobre sus cojines de piel blanca, no piense que estos son gatos afortunados.

Pero Mr. D resumió mejor que nadie esta curiosa ecuación de fortunas una noches atrás, cuando, con los dos gatos descansando entre las sábanas de nuestra cama, me miró y dijo “!que suerte tenerlos con nosotros!”.