Tuesday, June 19, 2007

A Chorus Line


Si alguien me pregunta que sucedió en Chile entre 1976 y 1978, no tengo idea.

La mayor parte de esos años- exceptuando mis horas de clases y un recreo de media hora los martes para ver “Los Angeles de Charlie”- los pasé encerrado en mi pieza, dibujando, leyendo revistas y con mis oídos cubiertos con dos gigantescos audífonos por donde estallaban los acordes de la banda original de “A Chorus Line”.

Nunca fui mas feliz.

Mirando por la ventana podía adivinar los peligros que había allá afuera. Mi padre había muerto unos años antes, la calle era un hervidero de violencia política, el colegio me parecía una cárcel y mi cuerpo, a los trece o catorce años, empezaba a cocinarse en un incómodo caldo de hormonas que, por ese entonces, me parecía el presagio de una vida triste y a solas. Pero, como me advertían los parlantes de mi stereo Panasonic…

“Everything was beautiful at the ballet…”.

Para ser honesto, solo entendía un par de palabras en todo el cassette (si, el cassette), pero eran suficientes para darme cuenta de que el musical estaba hablando, obviamente, de mi.

“He said, ‘Maggie, you wanna dance?’, and I said ‘Daddy, I would love to dance…”

“If Troy Dunahue could be a movie star, then I could be a movie star”.

“Suddenly I'm seventeen and,
Suddenly there's a lot I am not certain of,
Goodbye twelve, goodbye thirteen, hello loooove…”


En las mañanas corría al baño con mi radio-cassette, apretaba ‘play’, abría la ducha y pasaba quince minutos bajo el agua cantando el himno de mi vida, “One”, la canción principal y mas célebre del musical.

“One singular sensation, every little step she takes 
One thrilling combination, every move that she makes 
One smile and suddenly nobody else will do 
You know you'll never be lonely with you-know-who..”

Los gritos de mi mamá escaleras abajo rogando que apagara la radio quedaban sepultados bajo el Ta-Ta-Ta-Tán del número final, conmigo mojado y envuelto en una toalla frente al espejo, abriendo los brazos hacia el público y saludando en éxtasis a todo Broadway que continuaba aplaudiendo mientras bajaba el telón.

Y de ahí a un nuevo día, tan gris como el anterior.

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