Wednesday, June 18, 2008

A New Interview


Aunque siempre me gustaron las revistas, mi verdadera pasión no comenzó hasta que tuve en mis manos “Interview”, a principios de los ochentas.

La revista, creada por Andy Warhol en 1969, no se parecía a nada que hubiera visto antes- o después-, y sus legendarias portadas de Richard Bernstein, inspiradas en los retratos del propio Warhol, siguen estando, para mi, entre las mejores de cualquier magazine. En cualquier lugar. En cualquier época.

Cada revista tiene su lugar y su tiempo, e “Interview” fue afortunada en ese aspecto. Estuvo en Nueva York, en dos décadas donde la “celebrity culture” era mucho mas que ese interminable comidillo de chismes intrascendentes y fotos en la “red carpet’ que conocemos hoy.

Sus entrevistas, realizadas a menudo por Warhol y Bob Colacello, no eran mas que la trascripción exacta de alguna conversación de trasnoche en algún bar o restaurant. ¿Qué periodista se atrevería a semejante hazaña hoy en día? ¿Qué famoso? ¿Y que publicista, relacionador público o manager lo permitiría?

Andy le preguntaba Grace Jones que había hecho la noche anterior- la pregunta mas inofensiva y reveladora que uno puede preguntar-, o a Truman Capote cómo se las arreglaba para salir todas las noches y todavía tener tiempo para escribir.

En “Interview” no había ninguna distinción entre alta o baja cultura, entre arte y moda, entre Kurasawa o Joan Rivers. Todos eran a los ojos de Warhol y su revista, famosos. Y eso era suficiente.

La revista era increíblemente bonita. Sus fotos de moda no eran mas que una nube gris, un trozo de tela arrastrado sobre la pasarela, una cara borrosa escondida detrás de un sombrero, un hombro que ocupaba una página, y aun así, sin dar siquiera un rastro de lo que estaba sucediendo en las colecciones en Paris, Milán o Nueva York, uno podía fácilmente darse cuenta que algo nuevo estaba en el aire. Y de eso se trata la moda, ¿No?




Para principios de los noventa, cuando llegué a Nueva York, ya había perdido todo interés en “Interview”. A esas alturas, dirigida por Ingrid Sischy, se había convertido en una revista mas, un cóctel algo pomposo de entrevistas bien escritas, mejor calculadas, y desprovistas de todo corazón.
Las fotos, los temas, la diagramación….todo era perfecto. Tan perfecto, de hecho, que era imposible no sentir el rodaje de la maquinaria publicitaria en cada una de sus páginas.

Este mes apareció la nueva “Interview’. Su dueño, Peter Brandt, es el mismo, pero la Sischy fue reemplazada por Glenn O’Brien, uno de los editores de la revista original.

En la portada aparece Marc Jacobs como Andy Warhol, peluca blanca y todo. Y adentro, como homenaje a los ochenta años que hoy tendría el artista, una serie de entrevistas a algunos de los personajes de la “factory’.

Me costó encontrar la revista, porque aparentemente se agotó en cuestión de días. Las vitrinas de las boutiques de Jacobs en Bleeker Street están dedicadas a las fotos publicadas en Interview, tomadas por Mikael Jansson, y ahí, por $29, cualquiera puede adquirir una T-shirt de edición limitada con la portada de la revista.

Negocio redondo. Yo ya compre mi T-shirt.

Andy estaría feliz.

Sunday, June 15, 2008

My Aunt Gladys


At 75, my aunt Gladys is still single.
That comes as a surprise to all of us in the family, because, though our dear aunt is not what you would call a classical beauty, she is, and has always been, clean and quiet.

These two qualities, however, were not enough to attract the attention of a man.

Men, vain as they are, seem to prefer style over substance. And my aunt was never the type of woman who would “show off the goods”- as she would put it- in tight dresses, silk stockings or short sleeve shirts. Her wardrobe consisted mostly of fashionable separates in modern fabrics, like polyester and rayon, in a neutral palette of browns and grays.

A fashion magazine might describe it as “Armani meets Prison cell.”

Had been Gladys spanish and with some talent for the arts, she might have ended in some Almodóvar movie. She has THAT kind of face.

The face the camera loves.

Her eyes are dark, big and round, and looking at them people always assume that something terrible has happen to her in the past or that there’s something really, really wrong with her diet.
They are very dramatic.
Her teeth are on the small side, not particularly white - no Kennedy horses on my family- and at night they are almost invisible. But though a visit to the dentist once every ten years is an idea no one should discard, her smile is still able to warm the coldest heart.

My aunt has some amazing cheek bones, a miracle of contemporary reconstructive surgery.

Years ago she was involved in an accident.
A former lover, we think, crashed her face with a BB gun when she appeared by a window of his house trying, jokingly, to surprise him and his wife with an ax during dinner.
Details are still muddy.
She lost half of her face, her favorite ax, and a chip of her dignity when the story ended up in the papers. But, after 8 hours of surgery, two weeks of rehab and a year and a half on probation, she was back being her old, happy self.

After the incident, Gladys took a new lease on life.
Salsa lessons, karate classes and a surprising new interest in the art of taxidermy filled her appetite for adventure. She became a bit of a feminist, cutting her hair in a very, very short style- think Jean Seberg with bigger earlobes- that made her look chic, sexy and, in a strange way, masculine.

But even then, men did not take the bait.

Looking at her you’d never know it, but she has always have a very optimistic outlook at life. No gloomy days for Gladys; no glasses half empty- we joke in the family.
Still convinced she’ll get married one day, she has been keeping her wedding ‘trousseau’ and honeymoon nightgown in a suitcase under the bed for years. The hand painted sheets and pillows, the porcelain plates, the hand blown crystal champagne glasses, and her 78- piece collection of Nazi memorabilia is perfectly displayed in her armoire, ready for when the wedding bells start to toll.

My little nephew, Benjamin, looking at her through the semi-open door of her bedroom one night, while she was practicing a new technique of “stuffing” with the family cat, said to me: “She looks like a weird bird.”

-Yes- I added proudly- a wonderful, exotic, beautiful and very weird bird.

Friday, June 13, 2008

Dress Like a Man!!


Como vestirse para el evento “Madrid Fashion in New York”, hoy por la noche en las oficinas de Trump SoHo.








Fotos@Manuel Santelices

Thursday, June 12, 2008

Waterfalls Over NY


A fines de este mes se inaugura “The New York City Waterfalls”, una serie de instalaciones de Olafur Eliasson que, seguro, va a provocar tanta o mas curiosidad e interés que las famosas “Gates” de Christo hace unos años.

Eliasson, un artista danés que vive en Copenhagen pero trabaja en Berlín, tiene invadida la ciudad con retrospectivas en el MoMA y PS.1, en Queens.
Ahora, con sus cuatro “cascadas” en el East River y la bahía de Manhattan, es el nuevo “art superstar” de la ciudad.

Todo esto a los 41 años.

Las gigantescas estructuras que involucra la instalación ya están montadas. Ahora solo falta que caiga el agua.

I can’t wait!!

Wednesday, June 11, 2008

Out (With Bob Colacello)


Bob Colacello era un aspirante a escritor de New Jersey sin trabajo, conexiones ni dinero cuando, una mañana de 1970, recibió una llamada de Andy Warhol.

Andy, por sugerencia de un amigo que había leído un articulo de Colacello en un diario local, lo llamaba para preguntarle si estaría dispuesto a escribir criticas de cine para su recientemente inaugurada revista “Interview”.

“Would I be willing? World Lana Turner wear a sweater?”- recordó años después Bob en su libro “Holy Terror”, el mejor relato de los “celebrity years’ de Warhol que he leído en mi vida.

En la década que siguió, Bob viajó con Andy, cenó con Andy, bailó con Andy, lloró con Andy y fue testigo principal de esa época que, para bien o para mal, dio nacimiento a la “celebrity culture” que vivimos hoy.

Aparte de ser el editor de “Interview”, Bob escribió durante años su columna “Out”, donde hablaba de todo lo que había hecho y visto durante el mes. En resumen, no era mas que una larga- infinita, really- lista de nombres famosos.

El año pasado, publicó su libro “Out”, con fotos que tomó durante esa interminable juerga. Y hoy en la noche inauguró una exhibición de esas fotos en una galería de Chelsea.

Aquí, un vistazo.









Fotos@Manuel Santelices

Wednesday, June 4, 2008

La Crucifixión de Carrie Bradshaw


“Sex & The City”, como ya buena parte del mundo civilizado sabe, es un súper éxito de taquilla en Estados Unidos, con mas de 55 millones de dólares recaudados en su primer fin de semana.

¡Hurraahhh!

Mr. D y yo colaboramos con nuestros 10 dólares a ese éxito, y, él un poco mas incómodo que yo, nos sometimos a la ligera humillación de ser los únicos hombres en una larga fila de fanáticas en sandalias de tacos de diez centímetros que rieron, gritaron y se fotografiaros unas a otras mientras esperábamos que abrieran las puertas del Cobble Hill Cinema en nuestro barrio.

Los únicos.

Como cualquiera que me conozca aunque sea de lejos sabe, no soy un critico confiable cuando se trata de cine.
Cualquier película que tenga una heroína ramplona que cambia de look- y de actitud- con una simple visita a Barneys o Bergdorf Goodman, gana de inmediato mis cinco estrellas.
Cualquier película que muestre a Nueva York como una ciudad brillante y sofisticada, arranca de inmediato mis aplausos.
Y cualquier película que incluya “real estate porno”, como llaman al despliegue de fabulosas mansiones y estupendos penthouses con vista al Central Park, puede conmoverme, con el ‘soundtrack" adecuado, hasta las lágrimas.

Sex & The City confirmó que, cuando se trata de Carrie, Miranda, Charlotte y Samantha, soy un “sexaholic”.

Por lo mismo, me cuesta entender la actitud de algunos críticos descorazonados que, quizás sin nada mas que criticar, han decidido crucificar a Carrie Bradshaw.

Manola Darghis, mi crítico favorito en “The New York Times”, dijo que Carrie estaba pasada de moda, que una mujer moderna de cuarenta y tantos no lleva una enorme flor en su solapa, sino un “pin” de apoyo a Barak Obama.

Andrea Peyser, en el “New York Post”, aseguró que el paso del tiempo no había sido compasivo con las cuatro estrellas de la película, que lucían viejas, cansadas y que Sarah Jessica Parker- Carrie- parecía un esquelético fantasma junto a Jennifer Hudson.

Finalmente, Lou Lumenik, en el mismo diario, se dio el gusto de hacer alarde de su falta de caballerosidad diciendo que el lunar de Sarah Jessica se veía como “el Monte Rushmore” en los close- ups.

So what?

A los 47, George Clooney, arrugas y todo, sigue siendo considerado el “hombre vivo mas sexy del mundo” por la revista “People”. ¿Cuándo fue la ultima vez que vio a una mujer de esa edad en la portada de una revista que no tenga píldoras contra la osteoporosis entre sus principales avisadores?

Reviso las portadas de “Vogue Men”:

Barack Obama: 47
John Edwards: 55
George Clooney: 47
Ralph Lauren: 69
Patrick Dempsey: 42


Reviso las portadas de “Vogue”:

Drew Barrymore: 33
Gisele Bundchen: 28
Gwyneth Paltrow” 35
Kate Bosworth: 25
Jennifer Hudson: 23

A los 35,Winona Ryder fue la portada del “Age Issue”.

¿The Age issue?

¿Cuándo saldrá a la venta el “Age Issue” de Vogue Men?

Y sí, es cierto que en su ultima edición “Vogue” puso a Sarah Jessica en su portada, porque a los 41- gasp!- es el mejor motor que la industria de la moda ha encontrado en Hollywood desde los dias de Autrey Hepburn. Pero es la excepción, no la regla.

Sin ánimo de desbaratar sorpresas, debo comentar que la película termina con la celebración del cumpleaños número 50 de Samantha. Es una fiesta pequeña, con solo cuatro mujeres presentes. Cuatro mujeres que piensan que a los 40, 50 y mas allá, con arrugas y quizás un par de kilos de mas, cualquiera puede subirse a sus Manolos una noche, descorchar el champagne, y celebrar lo vivido y que queda por vivir.

I’ll drink to that.

Tuesday, June 3, 2008

A Word From the Times


Aqui, el increible editorial de hoy de "The New York Times" sobre inmigracion. Increible no solo por lo que dice, sino por como lo dice.

The Great Immigration Panic

Someday, the country will recognize the true cost of its war on illegal immigration. We don’t mean dollars, though those are being squandered by the billions. The true cost is to the national identity: the sense of who we are and what we value. It will hit us once the enforcement fever breaks, when we look at what has been done and no longer recognize the country that did it.

A nation of immigrants is holding another nation of immigrants in bondage, exploiting its labor while ignoring its suffering, condemning its lawlessness while sealing off a path to living lawfully. The evidence is all around that something pragmatic and welcoming at the American core has been eclipsed, or is slipping away.

An escalating campaign of raids in homes and workplaces has spread indiscriminate terror among millions of people who pose no threat. After the largest raid ever last month — at a meatpacking plant in Iowa — hundreds were swiftly force-fed through the legal system and sent to prison. Civil-rights lawyers complained, futilely, that workers had been steamrolled into giving up their rights, treated more as a presumptive criminal gang than as potentially exploited workers who deserved a fair hearing. The company that harnessed their desperation, like so many others, has faced no charges.

Immigrants in detention languish without lawyers and decent medical care even when they are mortally ill. Lawmakers are struggling to impose standards and oversight on a system deficient in both. Counties and towns with spare jail cells are lining up for federal contracts as prosecutions fill the system to bursting. Unbothered by the sight of blameless children in prison scrubs, the government plans to build up to three new family detention centers. Police all over are checking papers, empowered by politicians itching to enlist in the federal crusade.

This is not about forcing people to go home and come back the right way. Ellis Island is closed. Legal paths are clogged or do not exist. Some backlogs are so long that they are measured in decades or generations. A bill to fix the system died a year ago this month. The current strategy, dreamed up by restrictionists and embraced by Republicans and some Democrats, is to force millions into fear and poverty.

There are few national figures standing firm against restrictionism. Senator Edward Kennedy has bravely done so for four decades, but his Senate colleagues who are running for president seem by comparison to be in hiding. John McCain supported sensible reform, but whenever he mentions it, his party starts braying and he leaves the room. Hillary Rodham Clinton has lost her voice on this issue more than once. Barack Obama, gliding above the ugliness, might someday test his vision of a new politics against restrictionist hatred, but he has not yet done so. The American public’s moderation on immigration reform, confirmed in poll after poll, begs the candidates to confront the issue with courage and a plan. But they have been vague and discreet when they should be forceful and unflinching.

The restrictionist message is brutally simple — that illegal immigrants deserve no rights, mercy or hope. It refuses to recognize that illegality is not an identity; it is a status that can be mended by making reparations and resuming a lawful life. Unless the nation contains its enforcement compulsion, illegal immigrants will remain forever Them and never Us, subject to whatever abusive regimes the powers of the moment may devise.

Every time this country has singled out a group of newly arrived immigrants for unjust punishment, the shame has echoed through history. Think of the Chinese and Irish, Catholics and Americans of Japanese ancestry. Children someday will study the Great Immigration Panic of the early 2000s, which harmed countless lives, wasted billions of dollars and

Sunday, June 1, 2008

Yves


Yves Saint Laurent murió hoy, en París, a los 71 años.

El mayor genio de la moda francesa en la era post-Christian Dior, fue un hombre frágil desde su adolescencia.
Desde que a los 21 años se hizo cargo de la maison Dior, su existencia estuvo plagada de excesos, depresiones y flirteos con las drogas y el alcohol. Su estado emocional fue en ocasiones tan precario que parece un milagro que haya sido capaz de construir un imperio bajo su nombre, una hazaña que, sin duda, se debe en gran parte al apoyo y el afecto de Pierre Bergé, su fiel y leal compañero en su vida profesional y privada durante casi cinco décadas.

En los ultimos anios de su vida diseñador fue tratado con la misma devoción y respeto que un monumento histórico en Francia; un ícono, una imagen que a pesar de su influencia y poder parece cosa del pasado. El único diseñador que se acerca a su altura es Karl Lagerfeld, un creador que, a diferencia de Yves, se niega mirar hacia atrás y está haciendo extraordinarios esfuerzos para mantenerse vigente.

Ambos son los protagonistas de “The Beautiful Fall: Lagerfeld, Saint Laurent and Glorious Excess in 1970’s Paris” (La Hermosa Caída: Largefeld, Saint Laurent y el Glorioso Excesos de París en los 70), un libro donde la autora Alicia Drake retrata esa década dorada en la capital francesa, cuando los dos diseñadores eran dos estrellas que tenían al resto del mundo- celebridades, magnates, socialites y la prensa- danzando a su acelerado ritmo de decadencia y lujo.

En esa época, Saint Laurent había dominado por un tiempo- y gracias a las drogas- los demonios de sus niñez, y pasaba sus días trabajando arduamente en su atelier de la Avenue Marceau y sus noches en los clubes de moda, como Club Sept y Les Baines Douches, siempre acompañado de un ejército de ambiguas bellezas y sus dos musas, Loulou de la Falaise y Betty Catroux.
Bergé, siempre el responsable y maduro en esta relación, encerraba a su amante en su habitación, pero Yves, hambriento de aventuras y excitación, se escapaba por la ventana y no regresaba hasta el día siguiente envuelto en el dulce aroma de la cocaína y el Moet & Chandon.

París en la era de Saint Laurent fue una ciudad mágica, creativa y autodestructiva. Inspirado en la Duquesa de Guermantes de Proust y la Violetta de Verdi, el diseñador decidió desde temprano beber su vida en un sorbo, dejar que su cabeza diera vueltas y esperar, semidormido, el fin.
Nadie, y él menos que todos, pensó jamás que su último acto sería tan largo y doloroso, o que un delgado, pálido y trágico genio como él viviría hasta dar sus primeros atisbos a la senilidad. Ese no era el plan, y su longevidad resultó ser una cruel broma del destino.


El dinero nunca fue un objetivo para Yves, y aunque sus magnificas casas en París, Nueva York y Marrakesh podrían indicar lo contrario, lo que le interesaba no era el esplendor de gigantescas habitaciones cubiertas de tesoros bizantinos y vistas al Central Park o el Sahara, sino ese muro protector que le ofrecía un oasis alejado del resto del mundo.

A pesar de ser uno de los hombres mas célebres del planeta, Saint Laurent llevó siempre la más anónima de las existencias. Sus paseos favoritos eran en los barrios alternativos, las zonas de inmigrantes, los caserones de artistas, sitios donde podía recordar sin remordimientos su infancia en Algeria y su juventud en París.

Como corresponsal de Cosas estuve junto a Saint Laurent en dos ocasiones, y en ambas el poder de su presencia y la delicadeza de su salud fueron evidentes.

La primera fue en 1994, cuando lanzó su perfume “Opium” con una gran fiesta en la estatua de la Libertad en Nueva York.
Aunque Nan Kempner, Bill Blass, Oscar de la Renta, Lynn Wyatt, Chessy Rayner, C.Z. Guest y los Molyneux estaban ahí, Saint Laurent fue, por supuesto, el centro de todas las miradas, una atención que recibió con una mezcla de entusiasmo y terror. Cada vez que alguien se acercaba demasiado o que una conversación se alargaba mas allá de lo deseable, Pierre Bergé, protector, corría a salvarlo y lo escondía hasta que Yves recuperaba su compostura.

La segunda vez fue en París, un par de años mas tarde, durante uno de sus últimos desfiles en el Hotel Intercontinental en la Rue de Rivoli. Era una colección de primavera, y la pasarela se llenó de chaquetas bordadas, sombreros con flores y ajustadas chaquetas. Saint Laurent salió al final del show junto a Laetitia Casta, sonríó tímidamente frente a los aplausos y los flashes de las cámaras, y luego desapareció, tambaleando, detrás del escenario.