Wednesday, May 28, 2008

The Sartorialist


El señor de la foto se llama Scott Schuman, y si usted tiene algún interés en la moda seguramente lo conoce como “The Sartorialist”.

Schuman, que durante mas de una década trabajó como ejecutivo de ventas para Peter Som, Jean Paul Gaultier y otros diseñadores, cerró su showroom poco después del 11 de Septiembre del 2001 y se dedicó a su otra pasión, la fotografía.

Tiempo mas tarde creó su blog, thesartorialist.com, donde subió con disciplinada frecuencia imágenes de gente en la calle.
No cualquier gente.
Gente con estilo, gracia, ingenio y elegancia a la hora de elegir su guardarropa. Gente como uno, si uno fuera un atractivo mensajero cruzando las calles de Milán en bicicleta, una adorable adolescente japonesa en Junya Watanabe o, simplemente, un obrero español que, al final del día, vuelve a ponerse su chaqueta para volver a su casa en perfecta dignidad.

A diferencia de otros sitios parecidos, The Sartorialist es sorprendentemente democrático, y Schuman está mas interesado en la elegancia natural de un estudiante de Yale fumando un cigarrillo a escondidas, por ejemplo, que en el chic forzado de una mujer que gasta demasiado tiempo y dinero en su aspecto.

Sus fotos son simples, limpias, enfocadas mas en el estilo que en la ropa.



El éxito de The Sartorialist ha sido impresionante en los últimos dos años.
Cada uno de sus post recibe un promedio de 60 o 70 comentarios, y algunos llegan hasta 300 opiniones. Su ojo, tan claro y certero, llamó la atención de Vogue, Esquire y GQ, que lo han usado como corresponsal en las calles de Nueva York, Paris, Río, Dehli, o donde quiera que The Sartorialist se encuentre.

De ahí al arte ha habido solo un paso. Su reciente exhibición fotográfica en una galería de Chelsea fue inaugurada frente a una multitud de fanáticos que habría puesto a Damien Hirst verde de envidia.

Por sobre todo, Schuman es un fotógrafo bondadoso. Nadie hace el ridículo en sus fotos, nadie se ve mal, y aquí asuntos como cuentas bancarias, marcas o etiquetas tienen poca importancia.

Lo que realmente interesa es la originalidad, y en ese sentido, es un revolucionario.

Su trabajo tiene como precedente a otro fotógrafo tan bondadoso como él, Bill Cunningham, que durante casi medio siglo ha fotografiado vida social y moda en la calle para “The New York Times”.

Cunnigham está presente en cada fiesta importante en Nueva York. Todos lo conocen. Todos lo saludan. Todos quieren posar para él, y todos quieren que se quede un minuto mas en el glorioso evento.
Pero Bill, que habla poco pero sonríe mucho, prefiere dejar que otros beban el champagne.
En cambio, se sube a su bicicleta, y, cámara colgada al cuello. continua su búsqueda de belleza por las grises calles de la ciudad.
Bill Cunningham

Tuesday, May 27, 2008

The Other Life


Ayer comencé a leer un libro llamado “From Paris to the Moon”, escrito por Adam Gopnik, un periodista de “The New Yorker’ que decidió vivir los últimos cinco años del siglo pasado- de 1995 al 2000- en París junto a su mujer y su hijo recién nacido.

Es un libro fascinante, no solo porque habla de la vida cotidiana parisina vista desde la perspectiva de un neoyorkino- tan inocente y tan sarcástica a la vez-, sino porque ofrece un vistazo a las enormes posibilidades de la decisión, tomada sin grandes planes ni razón, de comenzar una nueva existencia en un lugar que no es el propio.

Si uno va a saltar al vacío, pocos vacíos son mas seductores que París, claro.

Sentado bajo un árbol en el parque, en uno de esos gloriosos días del comienzo del verano, leí a medias. La mitad de mi cabeza concentrada en las aventuras de Gopnik; la otra mitad pensando en que habría sucedido, como habría sido mi vida, si en vez de haber abordado un avión a Nueva York, lo hubiera tomado a Londres, mi plan “B”, o a Buenos Aires, mi plan “C”.

¿Qué habría pasado si me hubiera quedado en Santiago?

Una de las razones por las que me fui de Chile, quizás la mas importante, fue que, a los 30, tuve una idea mas o menos clara de lo que venia hacia delante. Y lo que vi, a pesar de todos sus atractivos, me pareció insoportablemente aburrido.

Si jugaba bien mis cartas, podría haber llegado a ser editor. A tener un auto mas grande. Un departamento mas cómodo. Y, ¿Quién sabe? Hasta una casa en la playa.

Pero ni el puesto, el auto, el departamento, ni la casa en la playa me parecieron recompensas adecuadas frente a la tortura de levantarme cada mañana sabiendo, exactamente, como seria el día que comenzaba.

Así como algunos culpan a sus madres, yo culpo al cine de todas mis tragedias. La impaciencia de vivir el perfecto guión, la falta de tolerancia frente las menudencias de la rutina, el inevitable grito que lanzo cada vez que se quema una ampolleta, se cae la Internet o mis gatos- mis adorados gatos- descubren que no hay mejor baño que la alfombra, todo deriva de lo que he visto en la pantalla.

La realidad sale siempre perdiendo cuando se compara con el cine.

Según Gopnik hay dos tipos de viajeros. Uno que viaja, ve lo que ve, lo absorbe y lo guarda. El otro, que ya tiene una imagen de lo que va a ver- Paris, Nueva York, Shanghai- y hace increíbles esfuerzos para acomodar la realidad a su fantasía.

El dice que los primeros lo pasan mejor que los segundos. Y yo estoy de acuerdo.

Sentado bajo el árbol, leyendo “From Paris to the Moon”, me imaginé la otra vida.
La que no tuve.

Me imaginé aterrizando en Heathrow con dos maletas en 1992. Me imaginé buscando un departamento en el East End, caminando asustado y fascinado por calles que nunca conocí, buscando trabajo, viviendo aventuras, enamorándome, y tratando de encontrar, a final de cuentas, la misma vida cotidiana que había abandonado en Santiago.

Me imaginé hablando inglés, pero con otro acento.

Me imaginé en mi departamento en San Telmo.

Gopnik cuenta que un amigo, un ilustre intelectual, le dijo que su libro no era sobre Paris, sino sobre Nueva York.

No es raro.

Todo lo que escribo, todo lo que digo y todo lo que siento está filtrado por la ciudad donde crecí. Sigo mirando el mundo desde la esquina de Apoquindo con Tobalaba.

Pasa el tiempo, y Nueva York se siente cada día mas como mi casa y Santiago cada día mas como una ciudad extraña, mezcla de Lima y Los Angeles.
Hay barrios completos que no conozco, y podría entrar a una de esas nuevas autopistas que cruzan de La Dehesa al aeropuerto y no salir jamás.

Hablo con mis amigos en Santiago, y la mitad de las referencias quedan perdidas. Pero lo mismo pasa con mis amigos en Nueva York.

Decir que no soy de aquí ni soy de allá seria un cliché inexcusable, pero prefiero dar excusas antes que pensar en una frase mejor.

Gopnik volvió a Nueva York igual como yo, creo, volveré algun día a Santiago.

“¿Cuándo?”, me preguntó una amiga hace poco.

“No sé”- le contesté- “Cuando tenga 60, 70”

“Vas a volver a morirte entonces”, me dijo ella, sin ninguna compasión.

No. No voy a volver a morirme. Voy a volver a buscar aventuras en un lugar que me parece remoto, seductor, e irresistiblemente desconocido.

The Way we Were


Leyendo el obituario de Sydney Pollack publicado en el New York Times de hoy, me entero que su socio en su compañía productora era Anthony Minghella, el director de “The English Patient” que murió sorpresivamente en Marzo pasado, a los 54 años.

Qué pérdidas.

Pollack entró a mi vida con la última escena de “The Way We Were”, cuando Barbra Streisand se encuentra con su ex pareja, Robert Redford, frente al hotel Plaza en Nueva York después de años de distancia.

Se miran a los ojos, se hacen un par de preguntas que no conducen a nada; el tipo de preguntas que pretenden, inútilmente, reducir una década de ausencia a un chit-chat casual en una esquina, y con los ojos llenos de nostalgia se despiden.

Antes de decir adiós, Barbra arregla el mechón rubio de Redford, y ese gesto tan natural, tan íntimo, es el que quedó impreso para siempre en mi memoria.

Mientras la cámara los sigue perdiéndose en la ciudad, la voz de Barbra estalla en los parlantes del cine.

Mmmmm…..Memories, like the corners of my mind, misty water, colored memories, of the way we are…

Otra escena que me hace lamentar su muerte es de “Out of Africa”.

Redford, nuevamente, invita a Meryl Street- en el papel de Isak Dinesen- a volar en su pequeño avión sobre la tierra africana, y mientras el increíble soundtrack de John Barry inunda la escena, mientras el paisaje deja sin aliento, Meryl dice: “el me mostró el mundo con los ojos de Dios”.

Según el New York Times, Pollack fue uno de los directores que definió el cine de los 70s y 80s, que es el cine que, a su vez, definió mi vida.

Mi idea de Nueva York fue, durante largo tiempo, la de esa ciudad brillante, alegre, competitiva y romántica de “Tootsie”.
Mi idea de Africa venia acompañada de nostálgicos colonialismos y el fabuloso guardarropa que Milena Canonero- todo Kaki y very Safari-chic- creó para Meryl en “Out of Africa”.
Y mi idea del verdadero amor incluye, hasta ahora, una triste despedida a las puertas del Plaza en Nueva York.

Thursday, May 22, 2008

New York



Quédese con Shanghai, quédese con Dubai y quédese, si quiere, con Londres, París y Roma.

Yo me quedo con Nueva York.

Siempre fue así. No recuerdo la primera vez que vi una foto de esta ciudad, pero recuerdo que, desde que la vi, mi vida nunca fue igual.
No son los rascacielos. No son los restaurantes, las tiendas, los clubes ni los bares. Ni siquiera son los increíbles personajes que encuentro cada día en el metro.

Es la vida.

Llevo 16 años viviendo aquí, y otros 16 sonando con vivir aquí. Y antes de eso no hay nada. Simplemente la fantasía de un lugar- Disney, la tele, el cine- donde todo es alegre, hermoso y seguro.
Es Fred Astaire, John y Jackie Kennedy, Andy Warhol, Diana Vreeland y Woody Allen, y la irresistible promesa de que la vida es una larga e infinita oportunidad.

Me da vergüenza decirlo, pero todavía me emociono cuando cruzo Park Avenue y veo, a mi mano izquierda, el edificio de MetLife, que algún día fue el edificio de Pan Am.

Los momentos mas felices de mi vida han sido los mas simples. Un día de otoño, con Charles Street cubierta de hojas amarillas y yo paseando en mi bicicleta, flirteando con el desastre, quizás algo borracho, cantando alguna canción que los Carpenters susurraban en mi oído.
O sentado en la ribera del East River en Williamburg, llorando por un amor no correspondido, y, al mismo tiempo, seguro de que había otro amor a la vuelta de la esquina.

Amo el subway, y a veces creo que soy el único

Amo Times Square, y a veces creo que, porque amo Times Square, sigo siendo un turista.

No importa.

Nueva York es el gran amor de mi vida, y como todos los grandes amores esta condenado a terminar. Algún día.

No quiero sonar como un “drama queen” y el sentimentalismo de este post ya me pone algo inquieto.

Pero ahí está, claro, preciso, evidente, mi amor por ti.

Nueva York.

Wednesday, May 14, 2008

15 Minutos con Moby


Si usted lleva un tiempo como corresponsal en Nueva York, ya estará acostumbrado a las reglas que a menudo acompañan la entrevista con alguna celebridad.
No se harán preguntas personales.
No se tomaran fotografías durante la entrevista.
La entrevista deberá concentrarse en la película, el perfume, la línea de ropa, el CD o el libro que la celebridad en cuestión busca promocionar.
En ocasiones deberá presentar sus preguntas por adelantado y, la mayoría de las veces, su conversación será observada- y grabada- por uno, dos o tres encargados de relaciones públicas.
La entrevista con Moby, que sigue a continuación, no tuvo ninguna de esas reglas, pero llegó con un email que anunciaba que se realizaría un día viernes en el Hotel Time, en Times Square, entre las 5 y 5:15 PM.
¿5 y 5:15?
Quince minutos con Moby.
Aunque usted no haya visto nunca una foto de Moby, nunca haya comprado sus albumes o bajado su música en su I-Pod, lo conoce. Su sexto álbum, “Play”, lanzado el 99, lo convirtió en una megaestrella de la música electrónica, y sus acordes que mezclaban desde gospel a hip hop fueron repetidos hasta el cansancio en cada radio, programa de televisión, película y aviso publicitario de esos gloriosos dias previos al 9/11.
“Play” convirtió a Moby en una estrella a media carrera, y nada de lo que hizo antes o después se comparó a ese momento que, como todos los grandes momentos, tuvo algo de bueno y algo de malo.
Pero de eso hablaremos en los quince minutos restantes.
Podría gastar su tiempo, el de Moby y el mío explicando que su verdadero nombre es Richard Melville Hall, que es pariente de Herman Melville, el autor de Moby Dick –de ahí “Moby”- o que sus amigos lo llaman Vodoo Child o Barracuda por razones que desconozco. También podría decir que tiene un café en el Lower East Side, su barrio desde hace décadas, que es vegetariano, amante de los animales, buen amigo del pintor Damien Loeb, y fundador de una compañía de bebidas orgánicas llamada “Teany”.
¿Pero quién tiene tiempo para eso?
A las cuatro y media en punto, si usted es un corresponsal responsable, se encontrará en las puertas del Hotel Time para hablar con Moby de su nuevo álbum, “Last Night”, que, según las notas de prensa enviadas por su sello, lo pone de vuelta “con venganza” en las pistas de baile en un homenaje a los himnos disco de los setentas, ochentas y noventas, Giorgio Moroder, el euro-disco, el hip- hop, el underground y el “downtempo” del final de la noche.
A las cinco en punto aparece Moby en el bar del hotel, en jeans, sneakers, un sweater con “hood’ y la cabeza calva.
Un adolescente de 42 años.
La encargada de publicidad nos presenta, nos damos la mano, apreto el “play” de la grabadora y comienzan a correr los quince minutos.

00.01 MINUTOS

-Tu has dicho que la gente tiene una imagen equivocada de ti, que piensan que eres un vegetariano new age, cuando en realidad te gusta salir a clubes y beber con tus amigos hasta las cinco de la mañana…
-Cuando comencé a grabar música, a comienzos de los noventa, no salía muy a menudo, no bebía; era un tipo ‘responsable’, a falta de una mejor palabra. Eso no duró mucho, pero por ese tiempo di muchas entrevistas y me gané la reputación de ser una persona muy grave, que no bebía y que se tomaba todo muy, muy en serio. Nada puede ser mas lejano a la realidad. Podría decirse, quizás, que salgo demasiado a menudo. Tengo 42 años y todavía me quedo en la calle hasta las cinco de la mañana. Probablemente no es lo mejor, pero es la verdad.
-¿Qué haces cuando sales? ¿Dónde vas?
-Vivo en el Lower East Side, lo que es muy peligroso si te gusta la vida nocturna. Pongo un pie en la calle y estoy rodeado de bares y clubes. Siempre hay algo que hacer, aunque sea un martes a las tres de la mañana. Es un lugar que no hace fácil quedarse en la casa y mantenerse sobrio. La primera vez que fui a un bar o un nightclub en Nueva York fue hace 27 años. ¡He estado saliendo cada noche en el mismo barrio desde hace 27 años! Puede ser, potencialmente, muy deprimente.
-¿Te deprime a veces? ¿Sientes que has visto mil veces la misma barra, la misma gente, la misma escena?
-En cierto modo la vida nocturna no cambia nunca: la gente siempre va a un lugar oscuro a escuchar música ruidosa y tratar de conocer a otras personas. Pero por otro lado, el contexto cultural cambia constantemente. Hay algo fascinante sobre la gente que sale de noche; una enorme dicotomía en como se comportan durante el día y la noche. Hay una honestidad admirable en la vida nocturna, porque todo el mundo solo busca estar feliz y pasarlo bien. Puede que cometan muchos errores, pero hay algo muy honesto en su actitud.
-¿Te gusta bailar?
-¡Me encanta bailar!, pero lo hago pésimo. Soy el tipo blanco que produce vergüenza ajena bailando.
-¿Te produce alguna culpa tener una vida nocturna tan intensa?
-Crecí en Nueva Inglaterra y ahí, especialmente, existe un claro legado de culpa calvinista. Mucha gente piensa que la única forma valiosa de vida es la vivida con responsabilidad. Pero la vida es corta, y centrarla solo en la responsabilidad me parece una pérdida de tiempo.
-¿Cuándo te diste cuenta de eso?
-Creo que siempre lo supe, pero ahora que estoy mas viejo me he dado cuenta que nadie recibe extra puntos de recompensa en su lecho de muerte por haber vivido una vida responsable y aburrida. Nadie recibe tampoco puntos extras por haber estado borracho y en la calle…Pero sí recibes una recompensa cuando puedes mirar hacia atrás y darte cuenta que viviste una vida llena de experiencias, buenos recuerdos y alegría.

6:04 MINUTOS

-¿Trabajas durante el día, o también lo haces de noche?
-Hay artistas, escritores o músicos que solo pueden trabajar a ciertas horas del día. Yo, por alguna razón, puedo trabajar en cualquier momento. Puedo despertar a las diez de la mañana y empezar a trabajar, o hacerlo a las tres de la madrugada. No pongo gran presión sobre mí mismo en términos creativos. Voy a mi estudio, trabajo y espero que suceda algo bueno. Y si no sucede no importa; al menos disfruté el proceso.
-“Last Night” está inspirado en la “club music” de los ochentas y noventas. ¿Escuchaste esa música cuando estabas trabajando en el álbum?
-La mitad del CD es nostálgico sobre la historia de la “dance music” en Nueva York, y la otra mitad está inspirado en la música que escucho cuando salgo de noche actualmente. La mayoría de los DJ’s de Nueva York, aunque tengan 21 años, están tocando música de los setentas, ochentas y noventas, disco, hip- hop…Me parece muy interesante que la música que se escucha hoy en los clubes es la misma con la que crecí. Lo viejo es, al mismo tiempo, contemporáneo.
-¿A qué atribuyes la longevidad de ese tipo de música? ¿Es simplemente que es buena para bailar?
-Si uno mira la “dance music” de los últimos veinte años, verá un constante péndulo entre lo serio y lo divertido. A mediados de los noventa se puso muy seria, muy intelectual. Yo estudié filosofía en la Universidad, vengo de una familia de intelectuales ligados a la literatura, y lo que me gusta de la “dance music” es, justamente, lo emocional que es. Ya tengo suficientes cosas rondando en mi cabeza; no necesito que la música con que me gusta bailar me haga pensar aun mas. Creo que el péndulo está regresando a la diversión. La gente quiere pasarlo bien y no preocuparse de géneros o estilos musicales. Lo importante es cómo se sienten cuando escuchan música.
-¿Cuál es tu meta con este álbum?
-Mi meta es dolorosamente simple: quiero que alguien lo escuche un viernes a las nueve de la noche, cuando está con sus amigos preparándose para salir. Eso es todo lo que quiero. El álbum se vuelve mas calmado e introspectivo hacia el final, así que si alguien lo escucha completo quizás tendrá una compresión mas emocional de él. Pero la verdad es que es un CD muy social, para fiestas, lounges, bares…No puedo imaginarme a nadie triste escuchándolo.

11:04 MINUTOS

-¿Cómo ha afectado el éxito de “Play” al resto de tu carrera?
-Lo positivo de tener un álbum muy exitoso, es que aumenta las posibilidades de que la gente se interese en lo que haces después. Pero mi vida de hoy y mi vida de hace una década son, básicamente, la misma. Vivo en el mismo departamento, compro mi leche de soya en el mismo almacén, lavo mi ropa en la misma lavandería…En ese sentido nada ha cambiado.
-¿La gente te trata distinto?
-Hay gente que cree que soy una estrella del rock, lo que para mi no tiene ningún sentido. Desde mi perspectiva sigo siendo un tipo que crea música en su dormitorio, lo mismo que he hecho desde que tenia 16 años. Es extraño cuando la gente me trata como una estrella, porque ni por un segundo pienso en mí mismo en esos términos.
-¿Cómo reaccionas cuando eso sucede?
-Me da un poco de vergüenza y ruego que no estén locos. He tenido encuentros con un par de personas genuinamente locas. La fama atrae locos, y eso me hace pensar en Valerie Solanas disparando contra Andy Warhol. Solo espero no encontrarme con una Valerie Solanas.
-¿Aprovechas algunos de los privilegios de la fama?
-Una de las cosas buenas que tiene es que puedo conocer gente interesante. Además me permite llegar con mi música a una gran audiencia, porque la mayor parte de mi vida la dediqué a escribir música que nadie escuchaba. Hubo un tiempo en que vivía en una fábrica abandonada en el ghetto, sin agua potable ni baño, y mi único sueño era que mis amigos escucharan mi música. Les grababa tapes, pero nunca los escuchaban. Es agradable hacer música y no forzar a la gente a escucharla.
-¿Algo mas?
-Bueno, soy un hombre calvo de 42 años, y me parece fantástico que algunas mujeres me encuentren atractivo cuando, quizás, en otras circunstancias, no lo harían. No puedo quejarme.

13:35 MINUTOS

-¿En qué estas trabajando ahora?
-Cree un web site, mobygratis.com, que básicamente entrega música gratuita para cine independiente. Es algo que me entretiene muchísimo y que me sirve para exponer mi trabajo mas experimental. También trabajo con una organización llamada ‘Música y la Función Neurológica’, fundada por el neurólogo Oliver Sacks, y con la “Humane Society” para la protección de los animales.
-Hablando del uso de tu música, muchos te criticaron por el enorme uso comercial que tuvo “Play”…
-Mi posición sobre eso es que prefiero tomar dinero de las malignas corporaciones, que dárselo. Ese aspecto de Robin Hood que tuvo todo el proceso- tomando dinero de una empresa de automóviles, por ejemplo, y dándoselo a una organización que se encarga de proteger el ambiente- me dejó muy satisfecho.
Hace un tiempo concedí una entrevista a una revista alemana, y el periodista estaba muy enojado conmigo por haber dado licencia de mi música para avisos publicitarios. Lo paré de inmediato. Le expliqué que era él, no yo, el que llevaba puestas zapatillas Nike y conducía un Renault. El era él el que apoyaba a esas corporaciones entregándoles su dinero. ¿Y acaso no trabajaba también en una revista que sobrevive solo gracias a la publicidad? ¿Cómo podía criticarme por tratar de ser como Robin Hood?

15 MINUTOS.

Sunday, May 4, 2008

Five O’Clock in the Morning (With Graydon Carter)


Anoche no pude dormir. Desperté a las cinco de la mañana y arrastré mi frazada, mis gatos y mi nueva edición de “Vanity Fair” al sofá para no despertar a Mr. D.

leyendo la revista me enteré, entre otras cosas, que Chistopher Tennant publicará en Julio “The Oficial Filthy Rich Handbook”, un libro dedicado al 0.00001 por ciento de la población que puede costear cualquier sueño que se cruce por su mente.
En su descripción de los multi-multimillonarios, el autor dice que no hay ninguno que no asegure haber sido amigo de Lady Di, Andy Warhol y Nan Kempner.
En cambio, los super-ricos reniegan de cualquier amistad o relación que pudieran haber tenido con una lista de conspicuos personajes, incluyendo Imelda Marcos y el supuesto pedofilo/ magnate Jeffrey Epstein.
¿El primero en la lista? Carlos Menem.

También me enteré que Tom Sachs presentará una versión de “Hello Kitty” de 21 pies de alto en Lever House en Park Avenue, y Bob Colacello, ex editor de “Interview”, exhibirá sus fotografías sociales en la Steven Kashler Gallery de la calle 23.

Y ahí, medio dormido, encontré la mejor cita del mes en las páginas editoriales de la revista, donde su editor en jefe, Graydon Carter, escribe:

“In less than a year, the Bush administration will strut out of office, leaving the country in roughly the same condition a toddler leaves a diaper”

Aquí, una traducción aproximada:

“En menos de un año, la administración Bush abandonará el gobierno dejando al país en una condición similar a la que un bebé deja sus pañales”.