Friday, July 27, 2007

The Suburban Chronicles


Si usted no ha pasado una noche de sábado con cinco mujeres sesentonas judías en una “comunidad para mayores” en un suburbio de New Jersey, así es mas o menos como suena.

-“Larry Zucker se casó…”- dirá una.
-“ ¿Se casó? Yo pensé que estaba muerto…”- dirá otra.
-“No, el que murió fue Morty, su hermano…”- explicará una tercera.
-“ ¿Morty, el médico?”.
-“…Un ataque al corazón. En Florida…”.
-“Nunca he ido a un Bar Mitzvah como el del nieto de Morty. Gastaron fortunas, FORTUNAS, en el buffet. ¡Salmón, herring, roast beef…! Trajeron los bagels especialmente desde Brooklyn…delicioso”.
-“ ¿No era su mujer parapléjica?”- preguntará una.
-“Esa fue su segunda mujer…”.
- “No, la primera…”, explicará otra, “La segunda era azafata. Rubia, pechos enormes, una shiksa”.
-“ ¿Ella heredó el condo en Boca?”
-“No, el condo quedó para la tercera mujer…”
-“ ¿Y que pasó con la shiksa?”
-“!Se casó con Larry!”.

No hay una enfermedad, divorcio, “sale” en el mall o receta de “brisket” que quede ausente de la conversación, y por lo mismo es fácil pensar que la existencia de estas mujeres ha estado siempre cubierta por el filtro del aburrimiento y el privilegio suburbano,
Eso, hasta que cerca de las nueve de la noche comienzan a aparecer otras historias, cuando ya han pasado unas buenas tres horas desde la comida- reservación a las seis de la tarde, “short ribs & potatoes” en el Club House- y la botella de whisky va en la mitad.

Ni Michael Cunningham podría haber imaginado historias como estas.

Partamos diciendo que en el grupo hay una pareja, Donna y Esther, que llevan siete años juntas y enamoradas. Las dos estuvieron casadas durante décadas, tienen hijos y hasta que se conocieron jamás sintieron la necesidad o el interés de compartir su cama con Doris, Selma o Debbie.

“Mi marido era un amor, un hombre buenísimo, pero no estaba nunca en la casa. Y cuando estaba, no nos hablábamos”, dijo Donna, explicando las razones de su divorcio, “Viajaba todo el tiempo, se quedaba hasta las diez de la noche en la oficina…Yo hacia mi vida y no le importaba. Ni siquiera le importó cuando supo que tenia un amante”

-¿Tuviste un amante?-, pregunté, curioso.

“Si, Bob Weinsten. El DOCTOR Bob Weinstein, mi ginecólogo. Fuimos amantes durante 16 años; todo el pueblo lo sabia, y mi marido nunca me dijo nada”.

-¿No te pegó su mujer en un restaurant?- preguntó la anfitriona de la noche, que las conocía a todas desde 1968.

-“No me pegó. Me quebró un vaso en la cabeza. Fue un escándalo….Y aun así, mi marido no dijo nada”.

Cuando Donna decidió finalmente separarse después de 32 años de matrimonio, no fue por Bob, que también estaba casado, sino por Esther. “Espere a que mis niños partieran al college. Fui a la oficina de mi marido- el único lugar donde podía encontrarlo- y le dije que quería divorciarme. Me dijo que si, y no me preguntó nada mas. Ese era su estilo. Cuando después lo hablé con mis hijos, me dijeron ‘ ¿Por qué esperaste tanto tiempo?’”.

“Yo sufrí el problema opuesto con mi marido”, dijo Esther, llenando una vez mas su vaso de Whisky.

-“Tu marido era el hombre mas hermoso del pueblo”, comentó Sandra, otra de las presentes.

“Si, el mas hermoso, pero también el mas aburrido. Todo el día tirado en el sofá, viendo televisión. No me dejaba nunca sola”, se quejó Esther.

-“Los hombres heterosexuales son todos un desastre”- dijo entonces Lisa, la cuarta del grupo, desatando un suspiro general. “Un desastre. No hay uno que valga la pena’.

-“Don era distinto”, explicó Esther.

-¿Don?- preguntó alguien.

-“Si, mi amante. Estuvimos 12 años juntos…”

-¡¿Pasaste de Don a Donna?!- estalló Lisa, divertida.

Dando un sorbo a su vaso, Esther continuó su historia. “Nos juntábamos en las tardes en un hotel en Ocean Grove, o nos íbamos algún fin de semana a Boston. Yo le decía a mi marido que iba a ver a mi hermana a New York…Fueron años maravillosos…hasta que quedé embarazada”.

-Oh, boy- dijo Lisa- ¿Qué hiciste?

-“Un aborto. Fui a la clínica y le dije a mi doctor que estaba embarazada y que quería abortar. Quedamos de hacerlo un martes a las once de la mañana.
Ese día le dije a mi marido que iba a una visita de rutina al médico y que regresaría en la tarde. Pero cuando estaba recuperándome la enfermera lo llamó y, sin avisarme, le dijo que el aborto había salido bien y que fuera a buscarme porque no era bueno que me fuera manejando sola hasta la casa”.

-Oh, boy- repitió Lisa.

-“Le dije que la enfermera se había confundido, que la paciente anterior se había sometido a un aborto, no yo…”.

-¿Te creyó?- pregunte.

-No se si me creyó. Pero no me dijo nada.

-Bueno, podría haber sido hijo suyo- dijo Sandra.

-No, no había ninguna posibilidad. Don se había hecho una vasectomía cinco años antes.

-Oh, boy.

-“Cómo me hubiera gustado tener un hijo con Karen”- dijo entonces Sandra, nostálgica.

Sandra era, sin duda, la mas bonita del grupo. Intensos ojos azules, el pelo rubio corto y bien peinado, fabulosos pómulos y una figura que, incluso a estas alturas, atraía miradas en el Club House.

A los 17 años se casó con el hombre ideal- al menos para su familia. “Había ido al college, estaba en el ejército, tenia su propia casa en Brooklyn…Mi mama no podía creer mi suerte”, contó esa noche, “Yo no estaba enamorada, pero sentí que era lo que tenia que hacer. En esos años, si no estabas casada antes de los 23 eras una solterona”.

El matrimonio duró 24 años que, por lo que contó Sandra esa noche, tuvieron la horrorosa calma que muestra un volcán antes de la erupción. “Hasta que conocí a Karen, nunca supe lo que era un orgasmo. Mi marido no estaba mas enamorado de mi que yo de él; y en ese sentido éramos la pareja perfecta. Dos zombies compartiendo una casa’.

Sandra conoció a Karen unos años después de su divorcio, cuando ambas bordeaban la cuarentena. “Fue el amor de mi vida…Todavía no puedo creer que no esté conmigo”.

Karen murió de cáncer el 2003.

Al día siguiente todas se dirigieron al Club House para el “brunch” dominical, y ahí se encontraron con Sarah e Irving, Flory y Manny, Sheilah, Doris y Eloise, y comentaron los bien que se veía Rose después de su operación de cadera.
Con sus platos repletos de huevos benedictinos, melón cortado y ensalada de betarragas con cebollas rojas, se sentaron junto a sus amigos en una enorme mesa y, mientras bebían sus mimosas, abrieron la conversación.

-“ ¿Supieron que Larry Zucker se casó…?”.

4 comments:

Anonymous said...

genio !

jyt

Bossygirl said...

Ah, my Spanish is poor but I believe this about your afternoon Jewish holiday excursion?

Jimena said...

Está maravilloso!!!! ¿Lo vio la Debi?

Manuel Santelices said...

No se, espero que si!