Wednesday, August 29, 2007

Those Blue Eyes


La última vez que alguien coqueteó conmigo fue el 3 de noviembre del 2006. Sé que es la fecha exacta, porque la anoté en mi calendario.

Yo estaba con mi amigo A en “Schiller’s”, un bistro en el Lower East Side, listo para ordenar mi Steak & Eggs y una copa de Mimosa, cuando me encontré con los coquetos ojos azules y la blanca y amplia sonrisa del mozo.

Mi primera reacción, obviamente, fue de desagrado.

“Esta gente está dispuesta a cualquier cosa por una buena propina”, pensé, considerando mis 46 años y mi cabeza llena de canas.

Pero las sonrisas y miradas continuaron durante todo el almuerzo, e incluso después que dejé el estricto 20% de propina sobre la mesa, el mozo me siguió con sus ojos celestiales hasta la puerta.

A estas alturas no es lo común. Y aunque el episodio, quizás, debería haber alimentado mi ego, lo único que sentí fue nostalgia.

I was adored once.

A veces camino por Williamsburg o Nolita, y veo a esos vendedores/ diseñadores, camareros/actores, cuidadores de perros/ músicos que, inevitablemente, me recuerdan esos días en que mi pelo llegaba hasta los hombros, usaba camisas “small” sin problemas y podía comer un tarro completo de Häagen Dazs sin despertar a la mañana siguiente con un estómago similar al de una mujer con cinco meses de embarazo.

Los jeans talla 28, los cigarrillos fumados a escondidas en la vereda, las carcajadas lanzadas a pito de nada, y hasta esos pequeños departamentos en un quinto piso sin ascensor calentados por un radiador que sonaba como la turbina de un 767, me parecen, a veces, románticos.

Hubo un tiempo en que no necesitaba ocho horas de sueño.

Vendía ropa de once a ocho en Barneys, luego comía una ensalada, trabajaba hasta la medianoche haciendo traducciones y escribiendo artículos para revistas, me daba una ducha, fumaba un cigarro, y salía a la una a buscar aventuras en Manhattan.

A las nueve de la mañana del día siguiente despertaba, solo Dios sabe cómo, listo para empezar un nuevo día.

Cuando pienso en esa época, no pienso en la bacanal de vodka & tonics, el constante tambor que agitaba la pista de baile en “Crowbar”, “Sugar Babies’ o “Pyramid”, y ni siquiera en los ojos de ese DJ en “Tunnel” que me obligaba a acarrear 12 cajas de discos antes de terminar en su departamento, de madrugada, en Alphabet City.

En lo que pienso, es en la libertad.

Durante mas de una década, nunca se me ocurrió que podía enfermarme, que quizás no tendría dinero para la renta o que debía ahorrar para mi jubilación.
La vida era un campo abierto de posibilidades, y, como Alicia, me sumergí en ese país de las maravillas que es Nueva York con el entusiasmo y despreocupación de un adolescente.

Y entonces llegó la madurez.

Soy un afortunado. Tengo alguien a mi lado que adoro y que me adora. Vivo en un lugar hermoso y cómodo. Tengo amigos, a mis padres, mi hermana, mis sobrinos y mis gatos. Y aun así, de vez en cuando, sueño con un par de ojos claros que no prometen nada mas que irresponsabilidad, juventud y diversión.

2 comments:

.:: blackbird returned ::. said...

Bendita madurez! Yo con sólo 25 años, puedo decir que ahora lo paso mucho mejor que cuando tenía menos edad. De a poco, mi vida está más resuelta, elijo con las personas que están a mi lado y tengo relativamente más claros mis próximos pasos.

Lento pero seguro, dicen.
Cariños
C.

Manuel Santelices said...

C,
es un fantastico buen comienzo!!
Un abrazo,
M