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Monday, December 12, 2011
The pretty, tall, blond girl. The one you hated.
Acabo de ver “Young Adult”, una película de Jason Reitman donde Charlize Theron interpreta a una mujer que por fuera es alta, rubia y bonita, y por dentro es un tarro de basura dejado durante 37 años a la intemperie.
Ni siquiera sus ojos azules, tan perfectos y límpidos, son capaces de airear la fetidez.
Después de darse la gran vida como escritora de novelas juveniles tipo “Gossip Girl” en Minneapolis- “mini-apple”, la llama alguien esperanzado- el personaje de la Theron regresa a su pueblo natal, Mercury, para reconquistar al campeón de fútbol americano que fue una vez su novio y que ahora, algo gastado, un poco mas gordo pero todavía atractivo, vive en lo que ni siquiera alcanza a ser descrito como “suburbio” junto a su mujer y su hija recién nacida.
-“La niña es adorable”, dice alguien en el filme.
-“ ¿En serio?”, dice Charlize, “La has visto de cerca?”.
El guión es de Diablo Cody (“Juno”), que no se llama así por casualidad.
Preguntando por Marc Jacobs en el Macy’s local, y bebiendo whisky y vodka como si fuera Diet Coke, y luego Diet Coke como si fuera agua para recuperarse, Charlize ( y digo Charlize porque no recuerdo el nombre de su personaje), ofende a todo el mundo en Mercury, incluyendo a sus propios padres, a la recepcionista de su hotel, al librero local, y a un pobre desvalido que se arrastra con una muleta – “!¿Puedes caminar más lento?!”- después de haber sido atacado en sus años de colegio por una banda de “jocks” adolescentes que sospechaban que, como era gordo, solitario y nerd, era gay.
El cargo de “crimen de odio” en contra de los asaltantes, explica en un momento de la película el “nerd”, fue desestimado por la corte cuando se supo que él, la victima, no era gay.
Atrapada en la sequía constante de su departamento en “mini-apple”, acompañada solo por un perro que parece- y actúa- como una mota de algodón y por el incesante ruido que lanzan una u otra hermana Kardashian desde el televisor, Charlize- su personaje, mejor dicho- viaja a Mercury en busca de una vida más satisfactoria, más plena y, por lo tanto, más feliz.
“Aquí la gente parece sentirse feliz con tan poco”, dice hacia el final de la película, cuando su vestido y sus sueños ya están arruinados.
Quienes piensen que esta es una película con una moraleja estarán en lo correcto. Pero no es la moraleja esperada.
Sentada en el fondo del abismo- que para efectos prácticos es una cocina suburbana en Mercury, MInessotta, Charlize – su personaje- se enfrenta a una mujer local que, según dice, no puede imaginar a nadie en el pueblo que no la envidie.
Mire su pelo. Mire su ropa. Mire su sofisticada vida en Minneapolis como escritora soltera de éxito. ¿Quién no querría una vida así?
Y Charlize, que merece un Oscar por su rol, termina estando de acuerdo. ¿Qué saben estos pobres de felicidad? Que terminen enterrados en sus coches y sus Jeep, en sus familiones y sus barbecues, en sus campeonatos de football y sus noches de cerveza y mal rock.
Charlize tiene algo más que hacer con su existencia que dar gracias porque un nuevo Taco Bell abrió sus puertas en el mall local.
Ella tiene una vida, una verdadera vida, en Minneapoplis. No es la vida perfecta. No es la vida de una Kardashian. Pero al menos ella no tiene que despertarse en medio de la noche a limpiar a un niño llorón, y, en cambio, puede dormir su borrachera hasta el amanecer.
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