Friday, April 9, 2010

Reality Vs. Society


¡Que día mas triste! Tinsley Mortimer, la más brillante princesa de Park Avenue, observó con nostalgia como los encargados de la mudanza subían sus muebles a un camión. El sofá Chesterfield, las mesitas Louis XV, los antiguos retratos, las sillas adquiridas en algún remate en Sotheby’s…Todo embalado y listo para abandonar el fabuloso departamento que durante años compartió con su ex marido, Topher Mortimer, descendiente del fundador de la petrolera Standard Oil y miembro de una de las familias mas ricas y respetadas de Manhattan.

Tinsley lanzó un suspiro y siguió en un auto con chofer al camión, dejando atrás los perfectos townhouses y jardines del Upper East Side e internándose por las caóticas avenidas del Midtown hasta llegar a esa zona de bodegones, cafeterías, tiendas al por mayor y enormes y decadentes lofts también conocida como el “garment district”.

Este es su nuevo barrio , donde ahora vive en un gigantesco espacio que produciría envidia en la mayoría de los neoyorkinos pero que, comparado con el palacete de Topher, luce lamentable.

La rubia socialite colgó un par de cuadros y puso flores frescas en los floreros, siempre montada en sus tacos de Louboutin porque, no importa las circunstancias en que se encuentre, ella jamás usa zapatos de taco bajo. Y luego, cuando el lugar ya había adquirido el aspecto de un verdadero hogar, se lanzó en la cama y abrazando uno de los cojines bordados con las iniciales “T&T”- Tinsley y Topher-, se puso a llorar.

¿Y qué pasó después?, preguntará usted.

No estamos seguros, porque justo entonces la vida de Tinsley se detuvo para ir a comerciales.

Así es, el episodio descrito mas arriba formó parte del primer capitulo de “High Society”, un nuevo reality show de la cadena CW en Estados Unidos que tiene a la Mortimer como estrella principal y que, según algunos alarmistas, es el último clavo en el cajón que llevará a la sociedad de Nueva York a la sepultura.

Estos cantos de sirena no son nuevos, y vienen acompañando a Tinsley desde que a mediados de la década pasada llegó a Manhattan con la intención de conquistar la ciudad, o al menos ese sector de la ciudad que aparece constantemente en revistas de moda y columnas sociales.

Su ambición era demasiado evidente, dicen algunos, y su estilo- pelo largo y platinado, stilettos, reveladores vestidos cortos- no era tan refinado como se esperaría en una Mortimer. Peor aun, Tinsley nunca ocultó su deseo de convertirse en una celebridad; nunca dejó de posar para cualquier cámara que se cruzara en su camino, nunca rechazó una portada o entrevista, y nunca, nunca dijo que no a una invitación.

Es difícil observar “High Society”- como sucede con la mayoría de los ‘realities’- sin caer en confusiones. ¿Esto es realidad o fantasía? ¿Las peleas de Tinsley con su madre son reales o planeadas para subir ratings? La comparsa que la acompaña en el elenco, ¿Son en verdad una tropa insoportable de malcriadas y caprichosas debutantes, o están simplemente fingiendo para las cámaras? Y el príncipe alemán que ahora es su novio, ¿Es tan mal genio y manipulador como aparece en pantalla?

La respuesta, por supuesto, no tiene importancia. Seguida de una cámara las 24 horas al día, la propia Mortimer debe tener problemas para decidir si su vida vale o no la pena mas allá de la media hora a la semana que dura la transmisión del show.

El programa no es el único dardo que ha recibido últimamente ese quejumbroso animal herido que hasta hace unos años Nueva York conocía como ‘sociedad”.

Otro reality, “The Real Housewives of New York City”, sigue las aventuras de cinco aspirantes a socialites- mujeres ricas, ociosas, desesperadas por subir un par de peldaños en la escalera social- mientras almuerzan, salen de shopping, juegan tenis, salen de shopping, veranean en los Hamptons, asisten a galas de beneficio, salen de shopping, son fotografiadas en una alfombra roja, lanzan venenosos chismes sobre unas y otras, y salen de shopping.
El show es estúpido, banal, frívolo, irrelevante y mas adictivo que un helado en el verano.

Es imposible despegar los ojos de Kelly Bensimon, por ejemplo, la ex mujer del fotógrafo y director creativo de la revista “Elle” Gilles Bensimon, cuando trata de explicarle a sus hijas pequeñas que posará para Play Boy “porque mostrar los pechos en una revista, cuando una tiene 41 años, es un gran honor”.

O cómo resistir la visión de una ex modelo, LuAnn de Lesseps, convertida en Condesa- via conveniente matrimonio- cuando de pronto su marido, el Conde en cuestión, le presenta los papeles de divorcio porque se enamoró de una atractiva Nigeriana. “Dijeron que se trataba de una princesa africana, pero es mentira”, explica la Condesa caída en desgracia frente a la cámara, “Lo hicieron para que el asunto fuera menos escandaloso”.

Los escándalos- la sombra de un escándalo, el estallido de un escándalo, la absoluta falta de consecuencia de los escándalos- parecen ser materia prima de cualquier reality sobre Park Avenue.

.La “reality society” está constantemente quejándose de falta de privacidad, pero su queja es, claro, frente a las cámaras.

“!Por favor, mamá! ¡Estamos en una gala!”, le ruega entre dientes Tinsley a su madre, una mujer cuyo corazón parece tan tirante como su cara, cuando aparece de sorpresa en una fiesta en el Hotel Pierre y descubre a su hija, su “pobre Tinsley”, con ese príncipe alemán, su actual novio, que lo único que le provoca son sospechas.

En un episodio, la matriarca visita una biblioteca, porque aparentemente en Park Avenue no hay acceso a Google, para buscar información sobre el aristócrata, y lo que encuentra- ¿Es pariente de Hitler? ¿De Ratzinger?- la deja espantada.

“!Tinsley! Ese hombre te hace daño, ¿por qué quiere separarte de tu familia, de todos los que te queremos? ¿Por qué no puedes entrar en razón y regresar a tu matrimonio con Topher?”, le dice en la fiesta. Y Tinsley se siente morir; lo único que quiere es que su madre se quede callada, que mantenga la compostura, porque después de todo están en “sociedad”.

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