Thursday, March 4, 2010

How to Survive a Tragedy: An Irrelevant Story.


Un par de amigos me escriben desde Chile pidiéndome que les envíe frivolidades, diciendo que ya no soportan la ola de malas noticias, desastres y calamidades que ha acarreado el horrible terremoto. Y yo- que a punta de esfuerzo y en décadas de trabajo me he ganado una merecida reputación como infinita fuente de frivolidades- no tengo más alternativa que ponerme el casco y las botas y salir al rescate.

No es tarea fácil, porque como todos los chilenos por estos días camino con el corazón pesado.

A través de la prensa y la televisión me entero de todas las desgracias, y Twitter y Facebook, malditas bendiciones, son una línea directa a Chile que me permite sentir hasta la mas mínima réplica en forma instantánea.

“Otro temblor…”, informa alguien desde Santiago, y yo, en la seguridad y comodidad de Brooklyn, comienzo a tiritar.

Aunque este es uno de los mayores desastres que han tocado mi vida, no es el único. Antes hubo muerte, hubo pérdidas, hubo miedo y hubo dos memorables Once de Septiembre, y aunque mi natural vocación por el lado más dorado de la vida no me ha evitado las penas, si me ha servido como una estupenda Aspirina emocional.

Así, buscando aliviar aunque sea por unos minutos a mis amigos y al resto de los chilenos, decidí escribir este post con algún tema decididamente no- telúrico.

Pensé en los Oscar, en las ferias de arte de Nueva York o la Fashion Week europea, pero estos son acontecimientos que tienen lugar al mismo tiempo que el sur y centro de mi país se hunden en un infierno. Hablar de ellos me suena no solo poco sensible, sino hasta cruel.

Por lo mismo, encendí mi linterna y busque más abajo, en las profundidades de mis historias, tratando de encontrar algo bonito, liviano, deliciosamente irrelevante, que trajera alguna luz a estos momentos tan oscuros.

Y fue así como me encontré frente a frente con el rostro de Babe Paley.

Si una cara puede levantar el ánimo, es la de Babe.

La mujer de William S. Paley, fundador de la cadena CBS, fue una de las mujeres mas hermosas y elegantes de su generación, un icono del estilo americano, y- según dice la leyenda- la creadora de esa ley que señala que una mujer, enfrentada a una súbita ola de calor, debe sacarse su bufanda Hermés y amarrarla descuidadamente en las correas de su cartera.

Aparentemente, nadie lo hizo antes que ella y nadie lo hecho desde entonces con tanta distinción.

Es uno de sus mayores legados.

Babe fue también uno de los ‘cisnes” de Truman Capote, un grupo de privilegiadas socialites que además incluyó a Slim Keith, Gloria Guiness y C.Z. Guest.

Slim, quizás la mas interesante de todas, fue famosa por su amistad con Clark Gable y Ernest Hemigway.

Gloria por sus maridos- incluyendo un conde alemán, un nieto del rey Fuad de Egipto, y un heredero y parlamentario inglés, Loel Guiness, del que adoptó su apellido definitivo y una fortuna con mas ceros de los que seria posible poner en esta página.

Y C.Z., bueno, C.Z. fue famosa por sus rosas.

Babe fue adorada por todo Nueva York, excepto por su marido, que déspota y fanfarrón como tantos magnates, hizo alarde de su poder menospreciándola cada vez que pudo.
Ella, buscando satisfacerlo, entró en una inútil carrera hacia la perfección: la perfecta casa, el perfecto guardarropa, la perfecta fiesta…y así, hasta morir de cáncer al pulmón en 1978 después de ansiosas cajetillas y cajetillas fumadas desesperadamente en algunos de los salones mas célebres y elegantes del mundo.

En fotos no se ven trizaduras. Pero de que las hubo, las hubo.

Cuando llegué a Nueva York hace casi dos décadas, la mayoría de estas mujeres habían sido remplazadas por una nueva generación de socialites.

Nan Kempner, Pat Buckley y Mica Ertegun, por nombrar solo algunas, ya habían cubierto Park Avenue con un refrescante aroma a (relativo) feminismo y (relativo) espíritu democrático. No tenían problemas en partir la noche con alguna gala de la Opera o el Ballet y terminarla, solas o acompañadas de su “walker”, en la pista de baile del Studio 54 con sus vestidos estropeados y sus piernas cruzadas en las caderas de Sterling St. Jacques.

Babe, Gloria y Slim ya no estaban, pero C.Z. seguía en pie.
La vi una vez sentada en la primera fila de un desfile durante la fashion Week de Nueva York, su bellísimo rostro marcado por una elegante nariz y un par de brillantes ojos claros.

Babe no fue una estrella de cine, pero parecía una.

Todo misterio, todo glamour, ponerla ahora encabezando este blog, cuando hay tantas otras cosas importantes que decir, puede parecer poco sensible.

Pero cada uno encuentra refugio donde puede. Algunos en la fe, otros en la rabia. Yo lo busco, sin gran éxito, en los ojos de Ms. Paley.

Y aquí están, como un regalo, por si de algo sirven.

2 comments:

carlosloyolalobo said...

Oh, la gran Babe Paley.
El mejor regalo.
Gracias Manuel!

Ximena said...

GRACIAS, COMO SIEMPRE....APRENDO CONTIGO.