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Durante la pasada Fashion Week de Nueva York, Tom Ford cerró las puertas de un fabuloso townhouse en el Upper East Side y en la más absoluta intimidad, frente a solo 100 personas, y con un solo fotógrafo presente - Terry Richardson-, mostró su primera colección femenina en años.
La muestra se convirtió en el gran comentario de toda la semana, en parte por su aire de misterio, y en parte porque su ejército de “modelos” incluyó a legendarias estrellas como Marisa Berenson, Beyonce y Lauren Hutton, cada una luciendo un atuendo inspirado en su propio estilo.
Qué noche fue esa.
Imaginamos.
Ford, al que nadie podría culpar jamás de populista, no entiende la histeria y el apuro de la moda por estos días. Mientras otros diseñadores muestran sus desfiles simultáneamente en la pasarela y la Internet, ponen colecciones completas a solo un clic de distancia, y no dan una puntada de hilo sin anunciarlo en Twitter o Facebook, él, Martíni en mano y camisa blanca invariablemente abierta hasta el esternón, se da su tiempo.
El elitismo le parece una cualidad admirable y la cultiva con gran entusiasmo. Seria mas fácil ver a Pamela Anderson convertida en Papa, que a Ford creando una colección para el “bolsillo sensible” de las clientas de H&M o The Gap.
Después de meses de ansiedad, 3.909.876.980.543.000.000.000 de fashionistas (menos los 100 que estuvieron presentes en el desfile), finalmente pudieron admirar esta nueva colección en las páginas de- ¿qué mas?- Vogue.
Aquí la tiene.
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