Después
de una larga conversación con mi contador y miembros de mi familia, he llegado
a la conclusión de que mis intereses naturales- revistas, ilustración de moda,
The Real Housewives...-no son conducentes a una vejez financieramente estable.
Por lo
tanto, y siguiendo el consejo de buenos amigos en el mundo de la política y el
asunto social, he decidido dar un fuerte giro a mi vida profesional y dedicarme
al servicio publico. Así es; desprendiéndome de cualquier rasgo individualista
que pudiera haber tenido hasta ahora, de aquí en adelante estoy aquí: a su
servicio.
A
cambio, solo espero una cosa: su voto.
Gracias.
Con eso
ya arreglado, ahora hay un par de asuntos prácticos que debo solucionar. El
primero es cómo financiar mi campaña; cómo hacer que mi plataforma filosófica y
electoral llegue a todos ustedes. Esto obviamente no es un gran problema. Mi
primera reunión con algunos de los más grandes empresarios del país fue más que
prometedora.
Cuando
me preguntaron si era de izquierda o derecha, les expliqué que como candidato
no creo en etiquetas.
Cuando
me preguntaron si a cambio de su dinero podían contar con mi apoyo en el
impulso de legislación ventajosa para sus negocios o al menos una oreja amiga
en el Congreso, les dije que por ningún motivo, que mi independencia no tenia
precio (menor a los 10 millones de dólares y cuatro pasajes en primera clase a
Europa cada seis meses).
Cuando
me preguntaron si en mi discurso político planeaba incluir el espinudo tema de
la desigualdad, mi respuesta fue inequívoca: ¿Qué desigualdad?
Con los
sindicatos me fue incluso mejor. Después de una importante reunión de trabajo con
lideres sindicales frente a la prensa en una sede del partido comunista en La
Pintana, nos dirigimos todos a una comida privada en el Osaka, en el Hotel W,
donde nuestra relación y nuestro compromiso con el mundo laboral se hizo aun
más estrecho gracias a nuestra mutuo interés en Champagne y sashimi. Nuestra
siguiente reunión, desafortunadamente, tuvo que ser suspendida porque la gran mayoría
se encontraba en Europa en la “temporada de conferencias” que cada año se
realiza la OIT en el viejo continente durante la primavera.
Mi
familia está evidentemente feliz con mi decisión.
Mi
hermana corrió a dar las buenas noticias a su banco, donde no solo recibió un
gran abrazo y un I-Pad de regalo de parte de su ejecutivo de cuentas, sino que,
mejor todavía, tuvo la oportunidad de conocer al Presidente de la institución
por primera vez. Después del encuentro, mi hermana consiguió un préstamo
cercano a los 150 millones de pesos para su mini empresa dedicada la
fabricación de hilo negro orgánico y biodegradable (“negro es el nuevo verde”).
Mi
vocación de servicio público ha causado también gran impacto en el resto de mi
familia, que ha decidido que la política, más que un trabajo, es una forma de
vida.
Mi
prima Andrea, que tiene gran experiencia viajando en metro, es ahora consultora
del Ministerio de Transportes; y mis primos Tomás y Carlos son asesores de las
Municipalidades de La Florida y Lo Barnechea respectivamente, uno en el área
cultural y el otro en pavimentos y veredas. Mi tía Sonia fue nombrada
consultora de la subsecretaria de Salud; su hija Francisca, que por años fue
victima del flagelo de la cesantía, es ahora flamante miembro de la cancillería
destinada en Oslo. Mi sobrino Joaquín acaba de conseguir un puesto en TVN. Mi
madre no tenia mayor interés en trabajar, hasta que consiguió un lugar en el
directorio de Codelco, lo que es ideal porque trabaja una vez al mes al norte y
puede tomarse unos días en Antofagasta, que está precioso y donde hay muy
buenos malls. Y las buenas noticias continúan: el novio de mi hermana,
especialista en gasfitería y plomería, acaba de ganar la licitación para
cambiar las tazas de baño de todos los ministerios y oficinas gubernamentales,
un golpe de suerte muy merecido con el que, aparte de un par de llamadas
amistosas y una carta de recomendación, yo no tuve nada que ver.
Mi
experiencia en el mundo político, aunque reciente y limitada, me ha llenado de
esperanzas. Creo que juntos podemos construir un país mejor y mas justo para
todos; lo único que nos falta es imaginar futuro más brillante para Chile.
Una vez mas, gracias por su confianza.